Juan Echanove: "Me doy cuenta de que trabajo mal cuando también cocino mal"
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Juan Echanove: “Me doy cuenta de que trabajo mal un personaje cuando también cocino mal»

Conocí a Juan Echanove hace muchos años en los congresos que organizaba Rafael García Santos y el destino nos ha vuelto a unir años después. Lo nuestro fue un amor a primera vista. Quizá el momento en el que más conexión hemos tenido ha sido en Nerua. Es un cara a cara: él y mi cocina.

Las sobremesas han ido desatando una relación de amistad, porque Juan es una persona con la que puedes compartir muchas cosas. Tiene un gran corazón, es extremadamente generoso, inquieto, curioso y, sobre todo, no tiene miedo, ¡acepta cualquier reto!

Sabe disfrutar de cada segundo y es un amante de la gastronomía, verle comer es un gusto. ¿Qué más quiere un cocinero que el comensal se chupe los dedos, unte el pan en el plato y no bastando con esto, te pida la receta? Pero el atrevimiento no está ahí, ¡sino en hacer la receta en su casa! ¡Con un par!

Mi amigo Juan Echanove

Admiro desde siempre tu trabajo, ¿cuándo te diste cuenta de que querías ser actor? ¿Cuáles fueron tus primeros pasos?

Mis primeros, primeros pasos fueron en el colegio. Estudiaba en un colegio en el que las clases extraescolares que se permitían eran deporte y teatro y como yo nunca fue llamado por el camino del deporte, me metí a hacer teatro. Tenía unos 12 años y empecé haciendo obritas sencillas de Alfonso Paso. Eso se fue complicando y hasta hoy.

Es indiscutible tu éxito y envidiable el afecto el cariño que te tiene el público. ¿Cómo vives esa parte más publica de tu profesión?

Lo vivo con mucho agrado. A fin de cuentas cuando la gente te aborda por la calle para pedirte una fotografía, un autógrafo o un abrazo, te están mostrando su cariño. A veces puede resultar pesado, porque es una situación tensa, la gente se pone muy nerviosa, dicen autenticas barbaridades con la intención de dar una muestra de cariño, quieren hacer foto y se cae el móvil y se les rompe… Pero todo eso son pequeños colores de algo que los actores buscamos desde el principio: el afecto y la correspondencia por parte de público.

¿Cómo consigues ganarte al público? ¿Existen reglas o hay que tener un don?

No lo pretendo. Al público hay que tratarle con mucho mimo y respeto, y en el escenario saber que están ahí, pero pensando que no estás trabajando para ellos. En el escenario y en una película tienes que pensar, introducirte en otra personalidad y hacer un ejercicio de concentración. No se puede pensar cuál será el resultado. Por eso, soy partidario del concepto de la cuarta pared: entender el escenario como una cuarta pared en la que hay una mirilla gigantesca por la que el espectador mira a ver qué ocurre. Si el actor ha de mirar, tiene que ser con un criterio de dirección marcado por el montaje.

¿Cómo consigues separar una profesión tan intensa de tu vida personal?

Me tomo mi vida personal con una  tranquilidad absoluta. No es ni mejor ni peor ni más llamativa ni más especial que la de cualquier otra persona. Pretendo ir por la vida como un ciudadano más. Mi vida profesional es una profesión complicada, porque se basa en cosas intangibles, en la observación de la gente que te rodea y a veces puedes resultar ser un poco atrevido para los demás, porque observas al género humano como un coleccionista de mariposas.

Juan Echanove con Dario Grandinetti

El resultado final de tu trabajo es como una adicción…

Más que una adicción es una pasión. No es algo que uno no pueda evitar, como una adicción, sino algo en lo que zambulles todos los días y cuando la pasión es verdadera dura lo que dura la vida.

Te gusta compartir lo que eres, lo que haces… Forma parte de tu autenticidad… Eres muy activo en todas las redes sociales.

Permanecer ajeno a esas redes, obviarlas, es recluirse en un encierro personal del trabajo que se da de tortas con algo fundamental para los actores: queremos llegar a todo el público y a cuanto más mejor. En este sentido, yo creo que las redes son un apoyo para nosotros.

Un restaurante con su cocina, su sala… Cuanto más lo pienso más veo que es un escenario, como puede ser un teatro, en el que trabajamos para compartir, hacer feliz al público y exigimos nuestro aplauso… ¿Por eso también te gusta cocinar?

Los parecidos entre una cocina y un teatro, una brigada de cocineros y una compañía de actores, un chef y un director de escena o un primer actor, son más que razonables y evidentes. Una de las razones de que me guste cocinar es fundamentalmente por este parecido. Yo cuando trabajo bien, componiendo bien un personaje, cocino bien. Y cuando no estoy trabajando bien, cocino mal. Hay veces que me doy cuenta de que estoy trabajando mal porque estoy cocinando mal y a lo mejor no me había dado cuenta en el trabajo. La cocina me hace reflexionar para ver donde me he equivocado.

El cocinero expresa un lenguaje, ¿cuál es el lenguaje del actor?

Es muy parecido al del cocinero: innovación, seguridad, concentración, inspiración y calma. Y también hay que ser persistente, insistir una y otra vez hasta que las cosas salgan. Hay que no dormir, hay que no tirar la toalla jamás.

¿Qué te ha enseñado la experiencia en tu profesión?

Me ha enseñado a tomármela como algo a hacer todos los días. La experiencia me ha enseñado que aquí no hay nada logrado y que para conseguir todo lo que uno quiere lograr, se lo tiene que currar día a día.

¿Qué significa para ti la gastronomía?

Es una ciencia, es una manera de entender, es una manera de comportarse del género humano a través de algo que se realiza, en el mejor de los casos, tres veces al día. La gente come, bebe y charla en torno a este acto. Todos los que lo pueden hacer, claro, porque la gastronomía debería atender también, bajo ese paraguas de la ciencia, a qué es lo que ocurre en las zonas en donde la necesidad es un parámetro primordial. Debería investigar cómo se produce la cocina en ese entorno de escasez o incluso de la nada. La gastronomía para mí es algo que te permite pensar y conocer, y que, como todas las ciencias, te aporta un conocimiento que te hace mejor.

¿Qué te une con la cocina? ¿Qué recuerdos tienes de tu infancia?

La cocina es algo fundamental en mi vida. Procuro cocinar todos los días, incluso estando fuera de casa. Tengo recuerdos que van unidos a sabores y olores. Cuando pienso en la gastronomía en mi infancia, pienso en la primera vez que me llevaron a un bar y me dieron una banderilla o un refresco frío, en la primera vez que llegué a un restaurante de carretera, nada de ringorrango, con mis padres y hermanos, y me dejaron una carta que me pareció más grande que yo.

Cocinando con Juan Echanove

¿En qué momento te diste cuenta de la importancia que iba a tener la gastronomía en tu vida?

Desde el día en que entendí que lo que más me gustaba del acto de comer y beber era contarlo, charlarlo, discutirlo, esquematizarlo, estudiarlo… Encontré una ocupación que, efectivamente, va más allá del comer y del beber. Si en la gastronomía hay alguien que solo está por el comer y el beber, en dos años acabará harto. Lo más bonito de esto es sin duda la reflexión.

¿Alguien te inculcó el amor por la gastronomía o ha sido un proceso de aprendizaje?

Creo que fue Rafael García Santos, a través del congreso Lo mejor de la gastronomía, quien despertó en mí el gusanillo y el amor por la gastronomía, por esta manera de entenderla, estudiarla, aprenderla, valorarla, incluso criticarla, pero de forma íntima y personal…

¿Algo que hayas probado y te  haya marcado para siempre?

Tengo una verdadera predilección por las ensaladillas rusas, por los churros, por los calamares fritos, ¡y unas buenas patatas fritas! Yo recuerdo que en una piscina a la que iba de pequeño con mi madre, en Madrid, si me portaba bien, me daba una peseta para comprar una bolsa de patatas, que era un cartucho de papel amarillo manchado por la grasa de las patatas, patatas bastante saladas y que tenían un sabor especial. Un sabor asociado al cloro de las piscinas, un olor especial que nunca he vuelto a descubrir.

¿Cuál es el plato que más te gusta cocinar?

No lo sé. Últimamente estoy decidido a intentar elaborar recetas difíciles de mis amigos cocineros, con los que más me identifico: tú, Ricard Camarena, Sacha… Pero más que cocinar por cocinar, tengo ganas de crear. Tengo que subir un escalón más y para crear algo que entienda como mío, tengo que intentar reproducir las grandes creaciones de mis amigos. Es lógico, para algo tengo amigos que son los mejores cocineros del mundo.

¿Un plato con el que acertar seguro en una cena con amigos?

Hay platos con los que siempre suelo acertar, tengo bastante mano para asar el pescado en el horno, casi nunca se me escapa el punto de cocción, y eso es algo que generalmente siempre triunfa.

Juan Echanove cocinando en Nerua

¿Qué producto no puede faltar en tu despensa?

Tomate frito, pimientos de piquillo, todo tipo de salsas y aderezos sudamericanos, orientales, cítricos, especias en polvo, arroz, pasta, conservas de lomo de orza, costilla en aceite… Afortunadamente, tengo una despensa bastante grande.

Eres un buen cocinero, buen anfitrión y además, cliente. ¿En qué piensas cuando cocinas para alguien?

No sé si soy buen cocinero, también intento ser un buen anfitrión, pero creo que sí soy un buen cliente. Me gusta sentarme a una mesa y no me gusta ser el foco de atención, me gusta que me gusten. A mí me pasa lo mismo con el teatro que con los restaurantes, yo voy al teatro a que me gusten las cosas. Si me defrauda en algún aspecto es un asunto personal mío íntimo.

¿Puede tener algo en común la cocina y el ser actor?

Tienen mucho que ver. Es igual de importante la elaboración mental, el esquema, el croquis de lo que quieres hacer, la distribución de tareas y la puesta en escena con la mise en place.

¿Recuerdas la primera vez que probaste mi cocina? ¿Qué sentiste?

Que era la primera vez que comía allí, pero que no iba a ser la última. Me di cuenta de que eras alguien muy por encima del nivel. Una de las cosas que más me impresiona de ti es que estamos hablando de guasa, riéndonos, pero en cuanto te llega un plato al que le tienes que dar el último toque, adquieres una seriedad y un juego de manos… Te conviertes en un director de orquesta, en uno de los buenos directores de música clásica. Es curioso ese gesto, porque es muy tuyo.

Juan Echanove con su mujer, Cuchita Lluch, en Nerua

¿Qué buscas en un restaurante?

Sinceridad, naturalidad y que me provoque ganas de volver.

¿Qué te gusta de Bilbao? Te mueves como pez en el agua y se te ve feliz en las Siete Calles…

A mí me gusta Bilbao hasta cuando a nadie le gustaba, cuando era una ciudad en blanco y negro. Ahora mismo la modernización del estilo y la limpieza la hacen uno de mis destinos mundiales preferidos.

¿Qué estamos perdiendo en la gastronomía que sea necesario recuperar?

El buen humor, la tranquilidad y la calma. Seguramente los medios de comunicación están lanzando a la alta cocina a la búsqueda de una post vanguardia que no es “buscable”, ha de venir por su propio camino. Lo que mejor les ha venido a los cocineros españoles es darse cuenta de que lo más importante es el trabajo en grupo y no el trabajo personal, y eso es algo que conviene repetir ahora, porque es conveniente que nadie se aparte de esa norma.

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